El trastorno del espectro autista (TEA) es una alteración del desarrollo neurológico que se caracteriza por deficiencias en la comunicación social y en la integración social, así como por patrones restrictivos y repetitivos del comportamiento. Además, se debe tener en cuenta el término de cognición social, el cual debemos entender como la habilidad de construir representaciones mentales de las relaciones entre uno mismo y los otros, así como de usar flexiblemente esas representaciones para guiar el comportamiento social (Sánchez y Tirapu, 2012). Sin embargo, en las personas con autismo estos mecanismos cognitivos no se desarrollan adecuadamente, por esta razón se identifican déficits significativos en su lenguaje pragmático (Gómez, 2010).
Estas habilidades deficientes no dependen sólo de procesos de planificación, ejecución e inferencias mentalistas, sino de una coordinación de muchas funciones que actúan simultáneamente (Gómez, 2010). Lo anterior se podría explicar por una hipoactivación de zonas que participan en la cognición social en los pacientes con TEA, tales como la corteza prefrontal medial, la circunvolución cingulada posterior y la unión temporoparietal, las cuales junto con la amígdala y la ínsula son esenciales al momento de realizar tareas sociales (Martínez, 2015).
En las últimas décadas se ha incrementado el diagnóstico de niños con trastorno del espectro autista, ya que uno de cada 160 niños ha sido diagnosticado con TEA (OMS, 2017). A pesar de las cifras, son escasas las investigaciones dedicadas al estudio e intervención de los procesos cognitivos (especialmente de la cognición social) en las personas con TEA. Por esta razón, se encuentra la necesidad de diseñar y aplicar un protocolo de estimulación neuropsicológica enfocado en la cognición social por medio de las funciones ejecutivas.
Es por ello que nace el protocolo FEC-TEA, el cual busca mejorar la calidad de vida de los niños diagnosticados con autismo grado 1, estimulando las funciones ejecutivas implícitas en la cognición social (control inhibitorio, planeación, memoria de trabajo y flexibilidad), con el fin de mejorar las relaciones y la comunicación social. El protocolo consta de actividades jerarquizadas, las cuales deben aplicarse mínimo 4 veces por semana para garantizar un adecuado fortalecimiento en el reconocimiento de emociones y la teoría de la mente.
Para medir la influencia del protocolo en un caso único se aplicó una lista de chequeo antes y después de la estimulación, después del análisis estadístico se encontró una ganancia significativa en el tipo de ayuda que requería el menor para ejecutar las conductas pasando de necesitar ayuda parcial o total a ejecutar la mayoría de las tareas por sí solo.
Finalmente, se puede concluir que el protocolo de estimulación FEC-TEA tiene una influencia positiva en la cognición social de los niños con trastorno del espectro autista de alto funcionamiento. Así mismo, se puede afirmar que por medio de la estimulación de las funciones ejecutivas (control inhibitorio, memoria de trabajo, flexibilidad y planeación) se logra potenciar el proceso de cognición social en esta población, aumentando así sus habilidades en la teoría de la mente y en el reconocimiento de emociones.
Autores.
María José Del Portillo Molina, Tatiana Cortés Luquez,
Oscar Javier Mejía Garavito y María José Albarracín
Referencias:
Sánchez, I., Tirapu, J. y Adrover, D. (2012). Neuropsicología del córtex prefrontal y funciones ejecutivas. Neuropsicología de la cognición social y la autoconsciencia. Viguera; 353-390.
Gómez, I. (2010). Ciencia cognitiva, teoría de la mente y autismo. Pensamiento psicológico; 8(15): 113-124.
Martínez, S. (2015). Papel de la corteza prefrontal en los problemas sensoriales de los niños
con trastornos del espectro autista y su implicación en los aspectos sociales. Rev Neurol; 60(1): 19-24.
Organización Mundial de la Salud. (2017). Trastornos del espectro autista. Recuperado de: http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/autism-spectrum-disorders